jueves, 23 de febrero de 2012

War Horse

Tras muchos meses sin escribir regresé a este blog por el maltrato a los caballos y por la película War Horse de Steven Spielberg.




Fui a verla y me sorprendió mucho la reacción de los asistentes. Todos lloraban y comentaban la empatía que sentían con el protagonista y su sufrimiento. Yo atónita no dejaba de cuestionarme como es posible que toda esta gente llore y de aquí salga a cenar a un restaurante un tremendo pedazo de carne? O un pescado? Cómo pueden ser tan hipócritas y lamentarse del dolor de este caballo cuando Chile es uno de los pocos países que consume sin vergüenza alguna carne de caballo? Por qué la gente se compadece del sufrimiento de un animal en un película ficticia y le importa un bledo el sufrimiento diario, real, de millones de animales?



Ahh…porque lloran por los caballos de películas pero engullen felices la carne de caballo seca llamada charqui. Lloran porque los caballos eran usados en la guerra pero los explotan felices en sus patéticos festivales huasos y en esa deplorable imitación de la doma de vaquillas llamado rodeo en la que caballos y terneros son explotados. Aquí el caballo no es considerado un animal de compañía sino una bestia de carga, un animal que hay que reventar en el trabajo, un animal que merece morirse en las calles con sus cargas inhumanas. Un animal cuyas hembras son subastadas en las ferias junto con sus potrancos para ir al matadero, para ser engullidos por esa horda de hipócritas que lloran en los cines. Un caballo aquí puede costar 80 dólares y por o tanto puede ser comprado por cualquier enfermo para explotarlo o para hacerlo salchicha. Pero esta realidad le importa un bledo a los asistentes a War Horse, ellos solo lloran por el caballo de la película. Que importa lo que Agrosuper o Cencosud hace con millones de caballos, yeguas y potrancos al día? Sigamos enviándolos al matadero y engulléndoles mientras que nuestra nobleza y pureza de corazón se demuestra en lágrimas de cocodrilo derramadas en una película ficticia.



Esa horda de hipócritas que ven a carretoneros golpeando hasta morir a los caballos que no pueden más con las cargas y pasan sin decir pío en defensa del caballo. Esa horda de hipócritas que piensan que un deporte es maltratar a potros y vaquillas en sus fiestas patrias y que celebran todo – desde un bautizo hasta que su equipo favorito de fútbol haya ganado- asando cadáveres de animales.



Estoy hastiada del holocausto animal pero más me hastía la hipocresía de aquellos que cada minuto de su vida está vinculado al maltrato de los animales. Puedo luchar contra aquel que asesina y come personas no humanas pero aquel que llora y trata de aparentar ser noble y llora en películas como esta sólo merecen mi desprecio más absoluto. Pues son tan cobardes que ni siquiera son capaces de mancharse las manos preparando su propia cena, dejan el trabajo sucio a otros, a los carniceros.



Los que estamos en este movimiento no comprendemos que el verdadero enemigo es este ser despreciable como el espectador, el de doble moral, el que llora y deja que otros asesine n. El que llora por los pollitos y conejitos, pero se engulle un ternero o un asado. En esos humanos que son tan hipócritas de llorar en War Horse y salir a cenarse un buen asado radica la semilla de la destrucción de la vida animal y la destrucción de la vida en el planeta. Ese es el verdadero enemigo y quien más mal hace a los animales pues sin su demanda y doble moral no habría industrias carnicas ni peleteras.
Ese es el verdadero enemigo, en ese tibio de corazón radica la semilla del mal radical