Lo que se considera comida
depende del grupo cultural al que uno pertenece. Y claramente la
industria
agrícola en Occidente ha jugado un papel clave en determinar qué comida culturalmente es más
sana y mejor.
David Nibert afirma que la carne y los
productos lácteos se introdujeron en la pirámide alimenticia a principios del siglo XX tras un
largo cabildeo de los grupos ganaderos que tenían familiares en el Congreso
Estadounidense. El resultado actual es el abrumador hecho de que 8.5 mil millones de animales son faenados anualmente para ser vendidos como carne en ese país .
El
primer paso hacia esta matanza industrializada de millones de otros seres se dio con la división de trabajo que transformó la industria estadounidense de
la carne a mediados de 1800 cuando en Cincinnati se comenzó a combinar las
operaciones de los mataderos con los del empaquetamiento de la carne en una
misma “planta productiva”. El ferrocarril permitió transportar miles de toneladas de
carne y manteca a lo largo de Estados Unidos de América, así como miles
de ovejas, vacunos y cerdos de los criaderos industriales a los mataderos. Para
poder manejar el creciente volumen de animales transportados en las líneas del
ferrocarril y para poder satisfacer el apetito carnívoro de la población
creciente, los empacadores de carne introdujeron la cinta transportadora para
incrementar la velocidad y la eficiencia en la primera industria de producción
masiva en Estados Unidos (Patterson, 2002: 58-60).
Diversos
historiadores dicen que la velocidad con la que esta nueva línea de ensamblaje
mataba, desmembraba, desollaba y preparaba a los animales para transportarlos
al público era extraordinaria. Tanto así que Henry Ford se basó en los
mataderos de Chicago para crear la famosa
línea T. Aunado a la división del trabajo en los
mataderos, el creciente número de capitalistas con intereses en las industrias
de opresión de otros animales descubrieron el potencial de los medios de
comunicación y su poder para manejar a la ciudadanía y promover el consumo de
animales y productos de animales.
Los gerentes corporativos se dieron cuenta que para que el capitalismo se
expandiera y las ganancias se incrementaran el público tenía que transformarse
en consumidor. Un ejemplo de esto es como en la década de 1920 el típico
desayuno americano consistía de jugo de naranja, tostadas y café, pero la principal
compañía productora de jamón y tocino, Beechnut Packing Company, manipuló al
público al presentar campañas publicitarias en las que “expertos médicos”
afirmaban que un desayuno basado en tocino, jamón y huevos era más saludable
que el jugo de naranja.
Desde entonces millones de estadounidenses desayunan tocino y huevos todas las
mañanas gracias a la campaña hecha por “el padre de las relaciones públicas”
Edward L. Bernays un sobrino de Sigmund Freud. (Nibert, 2013. Párrafo 78 Kindle
edition).
De
acuerdo a Patterson las dos diferencias principales entre los mataderos de
principios del capitalismo a gran escala y los actuales son la mayor velocidad
de las líneas de ensamblaje y un tremendo aumento en el número de animales
asesinados.
Para finales del siglo XX el número de animales asesinados en Estados Unidos
aumentó de 4 mil millones a 9.4 mil millones, es decir 24 millones de otros
animales cada día. (FARM Report Winter 1999, 7)
Para el año 2010 se calcula que 2.25 mil millones de homo sapiens vivían de una dieta basada en el consumo de otros animales mientras que 4.5 mil millones de seres humanos vivían de una dieta basada en plantas. A pesar de que la gran mayoría de los humanos son vegetarianos los ciudadanos en Occidente, convertidos en consumidores, hemos sido muy efectivos en aceptar la dieta impuesta por los grupos agropecuarios.
Hoy por hoy las grandes corporaciones
trasnacionales que promueven una dieta basada en otros animales son Monsanto, Nestlé,
Cargill, Bayer y ADM. Son las mismas industrias que están detrás de la experimentación en animales y la producción
de químicos que están exterminando las abejas. Asimismo, estas transnacionales son las que
están detrás de las expropiaciones violentas de tierras, a grupos humanos
originarios, con el objeto de adquirir los recursos necesarios para satisfacer
la demanda creciente a nivel mundial de productos alimenticios que no son otra
cosa que los restos de millones de otros animales a los que enjaulamos, engordamos
y asesinamos día a día