La explotación animal nos rodea. A pesar de que muy pocos de nosotros estamos dispuestos a ejercer actos violentos contra animales de forma directa, muchos de nosotros dejamos que otros ejerzan esa violencia por nosotros. Pedirle a otros que hagan nuestro trabajo sucio no nos exculpa. Si realmente somos serios con respecto a la justicia, la igualdad y proteger a los más débiles, es necesario reconocer que le debemos mucho a los animales quienes sufren sin voz entre nosotros. Vivir una vida de abolición, el rechazar la abyecta explotación de los animales y dejar de consumir los productos que ellos sufren al producir - carne, huevos, productos lácteos así como productos marinos- es un proyecto relativamente simple. Es mucho más fácil que luchar contra el clasista, el racista y el sexista que todos llevamos dentro. Si nuestro compromiso con la justicia es serio es imperativo que luchemos contra el especista que tenemos dentro de nuestras cabezas.
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