De qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? --dice el Señor--. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones; la sangre de novillos, corderos y machos cabríos no me agrada.[12]Cuando entráis a visitarme y pisáis mis atrios, ¿quién exige algo de vuestras manos?[13]No me traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados, asambleas... no aguanto reuniones y crímenes.[14]Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga que no soporto más.[15]Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre.[16]Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal.
La Biblia
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