Albert Einstein predijo que si las abejas desaparecieran de la faz de la tierra la extinción del hombre sería inminente en un corto periodo después de que la última abeja haya volado. Estamos muy cerca de probar la veracidad de esa hipótesis pues en los últimos treintaicinco años la mitad de la población total de abejas y abejorros en Estados Unidos y en Europa ha desaparecido. Durante el otoño del 2006 y el invierno del 2007 el 70% del total de las colonias de abejas en Estados Unidos desaparecieron lo que llevó a diversos científicos a buscar la causa de dicha desaparición. Los estudios concluyeron que súbitos e inexplicables brotes de muertes de panales enteros han estado ocurriendo a nivel mundial desde el 2004. El fenómeno ha sido nombrado como “Colony Collapse Disorder” (CCD) y ha sido tan grave que amenaza la polinización industrial y la producción comercial de miel en Estados Unidos y algunos países de Europa.
En 2009 apicultores españoles reportaron que cientos de miles de colonias de abejas y abejorros desaparecieron mientras que durante ese mismo año en el norte de Croacia se informó que 5 millones de abejas murieron en 48 horas. En Polonia, la asociación de apicultores de Swietokrzyskie calculó que sólo en el 2008 el 40% de la población total de abejas y abejorros se extinguió. Grecia, Suiza, Italia y Portugal también han reportado la pérdida de millones de colonias de ambos insectos.
Si bien no se ha encontrado una causa específica de la extinción de millones abejas y abejorros la comunidad científica mundial considera que cuatro son los factores que están detrás del CCD: el uso indiscriminado de pesticidas, la contaminación ambiental, una cepa de bacterias nuevas y cambios en prácticas agrícolas que reemplazaron los tradicionales campos de cultivos mixtos por monocultivos altamente industrializados en donde se exterminan toda clase de plantas silvestres. En este tipo de cultivos los insectos – particularmente los grillos, catarinas y abejas- han sido blancos de una verdadera guerra química que los tiene al borde de la extinción.
La despoblación de las abejas tiene un enorme impacto en el medio ambiente que depende de estos insectos para la polinización. Se calcula que más de 130, 000 plantas dependen de las abejas y abejorros para su reproducción desde los melones, calabazas, cerezas y todo tipo de árboles frutales hasta el forraje destinado al consumo de los animales de granjas industriales.
El experto en abejas Joergen Tautz de la Universidad de Wurzburg afirma que éstas son vitales para la supervivencia humana pues “las abejas de un sólo panal son capaces de visitar un millón de flores en un área de 400 kilómetros cuadrados en un mismo día” Paradójicamente las abejas no requieren para nada la presencia humana para sobrevivir. Así E. O. Wilson uno de los biólogos más connotados del mundo en su libro “La Creación” afirma “la gente necesita a los insectos pero ellos no necesitan de nosotros. Si la raza humana desapareciera manana ninguna especie de insectos desaparecería excepto tres formas de piojos…En dos siglos o tres, con los humanos extinguidos, los ecosistemas de todo el mundo se regenerarían a un estado de equilibrio similar al que existió hace diez mil años…..Pero si los insectos desaparecen el medioambiente terrestre colapsaría en un caos”.
Las primeras en desaparecer serán las plantas con flores seguidas por la plantas herbáceas, los árboles y arbustos polinizados por insectos, después todos los pájaros y animales y al final los suelos pues estos dependen de los insectos para renovarse y no de las lombrices como popularmente se cree.
Por si esto fuera poco a la extinción de las abejas y el caos en los ecosistemas seguiría una guerra mundial por los pocos recursos alimenticios que quedarán. Millones de seres humanos perecerán de hambrunas y los restantes morirán en una guerra encarnizada por los pocos alimentos que queden.
A los escenarios reales del derretimiento de los polos por el calentamiento global con la consecuente desaparición de miles de especies animales hay que aunar la realidad de que nuestras prácticas agrícolas y nuestras obsesiones por eliminar insectos a toda costa tienen a la fauna y flora al punto de la extinción y consecuentemente nuestra supervivencia está en juego. Esto es una realidad y no un escenario de ciencia ficción.
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